sábado, 25 de octubre de 2014

El principe que no dormia por las noches

Como casi siempre, una nueva entrada deprimente, porque creo que no se vivir de otra forma: trato de ponerle ganas a la vida, y la vida me de un sopapo tan grande, y no se olvida de ninguna ocasión.

En fin. Soy celoso. Mas de lo que esperaba ser. He llegado a niveles que uno tendría miedo, o me consideraría un loco... y no de los graciosos.

Es tan difícil compartir algo bueno que te pasa en la vida, cuando te pasan mil y unas malas. Tan difícil es ceder una porción de tiempo desinteresadamente a alguien que capaz lo necesita, y yo se que aunque este lejos un momento, voy a recuperar ese tiempo. Yo puedo, y el otro no. Entonces, porque enfadarme? ¿Porque sentirme destrozado por estar solo unos minutos, o algunas horas, cuando se, con total seguridad, que puedo confiar en aquella que elegí?

Los celos son una cosa que van mas allá de mi capacidad. Es difícil estar enamorado. Pero he de suponer que superar aquellas cosas difíciles es lo que le agrega valor sentimental a algo que uno aprecia. Ganar es mil veces mejor que obtenerlo regalado. Y cuanto mas te cuesta ganar algo, mas grandioso es salir victorioso. Aunque también es mas difícil desprenderse de aquello que ganamos. El valor puede llegar a ser incalculable, y puede ser muy extremo. No estoy muy seguro.


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